Con todo esto, no es de extrañar que se echen en falta a las
verdaderas estrellas, las luces del pasado, aquéllas que jamás dejarán de
brillar, perpetuas e inextinguibles. La elegancia infinita de las celebridades
de antaño es complicado encontrarla hoy en día, una magia que atrapa e impacta
al instante.
Personajes de la gran pantalla como Marilyn Monroe o Humphrey
Bogart parecían estar al margen del resto de mortales, siempre inalcanzables. Y
es que desprendían romanticismo y sexualidad al mismo tiempo, sin llegar a transmitir
un erotismo explícito, al contrario que hoy en día. Era esa capacidad para
seducir con la actitud y la sola presencia la que enamoraba al público de la
época. Las mujeres, con su belleza y discreción; los hombres, con su porte,
gallardía y cierto aire aristocrático.
Sin embargo, el glamour se perdió por el camino. En lugar de
ver a Brigitte Bardot paseando su habitual sensualidad, vemos a Lindsay Lohan
saliendo trompa de una discoteca, y la rebeldía sin causa de James Dean se ha
visto sustituida por actores del tres al cuarto que nada tienen que hacer a su
lado.
Ya no se tiene respeto por la intimidad de las celebridades,
y por desgracia, la mayoría ni siquiera se respetan a ellas mismas.
Si tuviese sombrero, me lo quitaba... pero no tengo porque no vivo en esa época >:-(
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